viernes, 25 de junio de 2010

Gracias por aquel Sabado 6 de Marzo

Dije, prometí y supe que jamás olvidaría ese día. Y así es. Ahora mismo podría recordar cada color, cada mirada, todas y cada una de las sensaciones… Aun sabiendo que es imposible, intentaré resumir lo menos posible contándoselo al papel.
Tenía todo listo en mi mochila, no necesitaba mucho. Y lo poco que necesitaba eran unas medias, unos pantalones y 2 camisetas. Comimos deprisa y corriendo, para llegar a tiempo, y cuando llegue allí, aun tenía el huevo y las patatas girando en mi estomago. Pero me daba igual, la cuestión es que estaba allí, que era el día.
Al pasar únicamente unos 10 minutos ya se respiraban nervios en camerinos. Oías golpes de decorados cayendo al suelo… Mientras yo, sumergida en mi mundo, terminaba de diseñar una proyección, nerviosa y a la espera de lo que pasaría. Hasta que, después de varios ensayos generales, miles de fallos, y olvidos, llegaron esos 10 minutos en los que podías oír hablar a la gente que entraba al teatro. Y en cuanto me quise dar cuenta escuche: Señoras y señores, quedan 3 minutos para que dé comienzo la representación. En ese momento sentí un escalofrío por todo mi cuerpo, que fue cortado por los gritos de la gente que tenía a mi alrededor. Los que abríamos el espectáculo salimos por la puerta de atrás, entrando al teatro y colocándonos en las puertas de entradas al patio de butacas. Allí volví a escuchar a aquel señor, avisando de que solo quedaba un minuto para empezar. (Escribiendo esto, y recordando el momento vuelvo a sentir un algo raro en la barriga, si pudierais verme, ahora mismo veríais mis pelos de punta y mi sonrisa tonta.) Ya no había vuelta atrás, estábamos allí, cogidos de las manos, y deseándonos suerte. Hasta que oí el primer acorde, la primera nota, la primera palabra de la primera canción. “Por fin”, me dije a mi misma. Y respirando todo lo hondo que pude salí de detrás de las cortinas. En ese momento sentí que era libre, bajé las escaleras sin ningún miedo a tropezar, me veía segura, entre las luces, la gente, y mi gente. Y cuando llegué al escenario no pude creer que yo hubiese bajado entre el público de la manera que lo hice. Y cuando estaba realizando mi pequeña intervención no vi a nadie, solo veía a mis compañeros, con la mirada entusiasmada, con sonrisas inocentes.
Durante el resto del show contemplaba a los demás desde las bambalinas, veía en cada número reflejado todo el esfuerzo de meses de trabajo. Veía que ellos también habían contado las horas hasta este momento.
Las emociones estaban a flor de piel, hasta que salimos todos a saludar, y sentir que había valido la pena. Y cuando se bajó el telón todos nos emocionamos, gritamos, saltamos, nos abrazamos… y lloramos.
Cuando todo parecía haberse calmado y mis ojos empezaban a secarse y mi cara volvía a su color normal, crucé la mirada con la persona clave, la persona que había hecho verdaderamente esto posible, mis lágrimas y las suyas se fundieron en un abrazo, un abrazo sincero, profundo, perfecto. En especial no podré olvidar ese abrazo, y espero volver a sentirlo, al igual que deseo volver a sentir esos escalofríos por todo mi cuerpo, a sentir el calor de los focos, los nervios del estreno, volver a sentir ser solo uno, con un mismo sueño.
Gracias por esos momentos, gracias por hacerme sentir especial, por vuestras sonrisas, vuestras miradas, vuestra humildad, sois demasiado grandes. Gracias por ayudarme a cumplir mi sueño, por hacer que cualquier simple detalle sea inolvidable.
Gracias
Spirale.

1 comentario:

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