sábado, 19 de junio de 2010

Él

Él. Tan “él” como siempre. Porque ningún adjetivo sería suficiente.
Él, cuando le miro de reojo y cuando me habla, que desordeno sus palabras, jugando así con su gramática. Nunca una palabra más de la debida, pero tampoco menos de las esperadas. Una persona despreocupada y algo desordenada, al igual que su pelo, que con solo una pizca de viento ves como se despeinan sus rizos café, que caen tapando así parte de su cara, tan serena en los peores momentos, como expresiva  en los más emocionantes. Él no es alto, ni lleva gafas, siempre va con una barba algo disimulada y jovial, y no viste de forma llamativa. Incluso a primera vista podría parecer alguien normal, hasta ordinario.
Pero yo veo más allá. Cuando me mira a los ojos, me transmite su tranquilidad y su bondad. Puede que sea una de las pocas personas que saben sonreír con la mirada, y eso relaja, me relaja hasta transportarme a una realidad tranquila. Porque, cuando lo hace, veo un hermoso brillo, en el marrón verdoso de sus ojos, un brillo en el cual podría verme reflejada si fuese perfecta la distancia. La mayoría de las veces me fijo en su mirada, en sus ojos redondos, en cómo se queda embobado, como ausente, pero con la misma mirada  atenta y soñadora de un niño. Al fin y al cabo es un hombre lleno de sueños, aspiraciones y música, mucha música. Y, aunque no se da cuenta, es casi como el instrumento que domina, como un piano. Está repleto de pequeños secretos, que poco a poco va dejando salir, destapando así una preciosa melodía. Una canción que voy descubriendo nota a nota, aunque a mí ya me parece la mejor de las canciones. Porque admiro su forma de darme ánimos y demostrarme como, con esfuerzo, todo es posible, y el modo tan peculiar que tiene de sonreírme, para tranquilizarme, cuando los nervios se apoderan de mi, e incluso más de él.
 Y al igual que podría reconocerle de espaldas, estando el al otro lado de la acera, sabría reconocer el olor tan característico de su colonia en una sala repleta de gente, un olor mágico y misterioso, un olor al que le tengo un gran afecto y admiración.
Nunca podrás verle fruncir un cejo, a no ser que el chiste lo requiera. Y es que es puro corazón. Una persona cariñosa, y fácil de cogerle cariño. Estoy segura de que nadie se podría resistir al calor su sonrisa. Ni a la sencillez de sus gestos, sobre todo cuando, con sus torpes manos derrama un bote de pintura, o juega al dominó con las sillas. Y sus curiosas manías, como ordenar los guiones en todos y cada uno de los ensayos y cerrar los ojos cuando escucha una canción, sea cual sea el lugar o la situación en la que se encuentre.
Es un niño, cuyos sueños por la música le hacen un hombre tan excepcional. Me atrevería a afirmar que su complemento perfecto es el escenario. Ahí arriba es quien él elija ser, un trovador por las calles de París, un enamorado, e incluso un cura, si el papel lo requiriese. Es donde olvida todas sus preocupaciones y donde se encuentra a sí mismo. Un lugar en el que, el desea, poder estar unido toda su vida. Poder vivir atado a un escenario, y repartiendo un poquito de cultura entre la gente. Pues vive por y para la música, y su corazón está llena de teatro.
Y no podría terminar esta descripción si contaros algo de su voz. La forma en la que te hace temblar cuando le escuchas. Una voz suave, dulce, relajada, sensata. La típica voz que desearías oír para irte a dormir,  un sonido místico y oculto, que me transporta cada vez que lo oigo. Y que, al mezclarse con esos momentos de nervios e inseguridad, hace que mis ojos arrasen de lágrimas. Porque al igual, que sabe sonreír con los ojos, es capaz de enamorarte con la voz. Es capaz de transmitir calma, alegría, emoción, ternura, esperanza, armonía. Es experto en parar el tiempo, y en crear un mundo paralelo. Mientras él, con sus movimientos improvisados y torpes, parece no darse cuenta del reloj, ni de las sensaciones que despierta, ni de mi temblor de piernas, ni que, por un momento no soy dueña de mi, sino de ese sonido que me deja hipnotizada. Pues, cualquier palabra que esos labios susurrasen sonaría perfecta.  
Al fin y al cabo es música, poesía, simplemente todo lo que él es. Y todo lo que yo tanto amo de él. Y, sí, es un buen tipo. Y, sí, tal vez  me guste su voz.

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